Nos tocaba hacer una parada obligatoria en Hong Kong. Por una parte teníamos que tramitar nuestros visados para poder entrar a China y, por otra, habíamos prometido visitar Dysneyworld a nuestra pequeña. Aterrizamos y todavía por los pasillos interminables, una china se nos acerca sin decirnos nada con un termómetro estilo pistola y en un segundo comprueba que la peque no tenía fiebre. Vía libre, sino nos hubiera tocado estar en cuarentena dentro del aeropuerto y es que fue aquí donde empezó la gripe aviar y ya no pasan ni una, les tocaron mucho el ego...
Cuando coges el tren que te lleva del aeropuerto al centro de Hong Kong te das cuenta que estás en un lugar moderno y que funciona perfectamente, y donde el nivel de negocios es espectacular.
Cuando coges el tren que te lleva del aeropuerto al centro de Hong Kong te das cuenta que estás en un lugar moderno y que funciona perfectamente, y donde el nivel de negocios es espectacular.
Nuestra estancia en Hong Kong ha sido genial, hemos tenido una anfitriona increíble, prácticamente autóctona, Cristina, una amiga de Caldetes de Anna que lleva viviendo más de diez años entre China y Hong Kong. Nos ha acogido en su piso junto a sus dos hijos, Jimena y Bosco, y nos ha enseñado la ciudad y las peculiaridades de esta cultura. Hemos tenido muchas charlas interesantes sobre la forma de vivir tan peculiar que tienen y sobre lo que nos vamos a encontrar en China.
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| Siempre contraste entre lo moderno y lo tradicional |
Nuestra primera visita fue directamente al consulado de China para hacer los visados que necesitábamos para entrar en Shangai. Nos dicen que tardarán mínimo cuatro días, lo cual nos resulta imposible, ya que en tres días llegaban los padres de Anna a Tokyo...y cómo los íbamos a dejar solos sin saber inglés y en un país de locos, donde es complicadísimo acertar el tren o la línea de metro en que te tienes que mover.
Nos envían a una agencia piratilla y pagando una buena pasta nos dicen que al día siguiente lo tendremos. Primer detalle, de los muchos que tendríamos más adelante, de lo corrupto y autócrata que es el gobierno chino, con dinero se arregla todo.
Nos envían a una agencia piratilla y pagando una buena pasta nos dicen que al día siguiente lo tendremos. Primer detalle, de los muchos que tendríamos más adelante, de lo corrupto y autócrata que es el gobierno chino, con dinero se arregla todo.
Dedicamos el resto del día a visitar la ciudad de Hong Kong, las famosas escaleras mecánicas más largas del mundo, Pottinger Street, centros comerciales enormes y futuristas,... y acabamos en el chiqui parc de casa de Cristina, ya que Laia tenía mono de jugar con niños de su edad.
Han sido unos días tranquilos, donde Laia ha podido estar jugando con niños, hablando en su idioma con ellos, visitando la ciudad de día y también la bahía de noche y su impresionante skyline nocturno. El único susto... después de cuatro meses de viaje tuvimos que usar el seguro médico que nos habíamos sacado; la peke tuvo una caída en un parque infantil y pensábamos que se había roto el codo (vaya marrón, a dos días de quedar con los yayos en Tokyo...). Por suerte no fue nada y nos sirvió para comprobar el excelente servicio sanitario y de atención que tiene este país, estamos a años luz en muchísimos aspectos.
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| Travesía entre Hong kong city y Kowloon |
El último día lo hemos aprovechado para visitar Dysneyland, éste era un regalito que se merecía la peke en del viaje por lo bien que se estaba portando. Pero la verdad es que nosotros también nos lo hemos pasado en grande, hemos aguantado hasta que han cerrado el parque, jejeje... No es de los Dysney más grandes que hay, pero para niños pequeños hay infinidad de atracciones, aunque la que nos volvió locos a los tres fue una montaña rusa a oscuras...incansables las dos mujeres de la familia.
Así finalizamos nuestra estancia en Hong Kong, mañana volamos a Tokyo donde nos encontraremos con los padres de Anna, que nos acompañarán lo que falta de viaje.














































